Por: Edwin Gutiérrez P.
La figura y muerte de Felipe Quispe Huanca, “El Mallku”, en 2021, siguen siendo el principal punto de referencia, pero también de fractura y reinterpretación de su legado político e ideológico. En la coyuntura electoral de las elecciones subnacionales de 2026, tres figuras se enmarcan en distintos partidos políticos: dos candidaturas consolidadas, la de Orlando Callisaya Copana por el PDC y la de Santos Quispe Quispe por el UPC, ambos en disputa por la Gobernación de La Paz. Por otro lado, Luis Marcelo Saucedo Marca, conocido como “Luchón”, quien aún mantiene en reserva su participación por el municipio de El Alto.
El “mallkismo” o tupac-katarismo, que postula la autodeterminación, el autogobierno, el rechazo al Estado colonial, la acción directa y la desconfianza en el sistema político monopolista, constituye un conjunto de pilares que determinan las acciones y omisiones políticas de estas tres figuras presentes en la contienda electoral de 2026.
Callisaya observa con cierto optimismo al aparato sistémico electoral como una vía para ampliar el proyecto político mallkista, que pasaría de ser un proyecto étnico-cultural a uno político, visionario y pragmático de gobierno. Su planteamiento marca un impulso sistémico “multinacional” y una postura civilizatoria orientada a transformar el Estado republicano, buscando materializar las demandas históricas por la vía democrática convencional.
Por su parte, Quispe se muestra cómodo dentro del sistema político partidario actual, ya que su gestión se enfoca en el cumplimiento de metas y objetivos ordinarios o meramente funcionales. Quispe representa el fracaso en la transición del legado político mallkista: capitalizó simbólicamente el apellido como un atajo electoral, sin asumir los postulados ideológicos ni en su gestión ni en sus escasos —casi nulos— discursos políticos.
Saucedo, en cambio, marca un enfoque distinto. Pretende partir de un localismo específico para profundizar y enraizar, desde la ciudad de El Alto, un mallkismo focalizado y urbano. Su propuesta apunta a iniciar una batalla cultural e ideológica electoralizada, además de animar a jóvenes indianistas a representar y encarnar los postulados tupac-kataristas anticoloniales, transformando los aparatos de educación popular y alternativa, e incluyendo al aparato administrativo local.
Si bien Callisaya se presenta como un mallkista visionario y pragmático, es acusado de negociar la esencia del tupac-katarismo mallkista, diluyendo el objetivo de la autodeterminación en favor de un desarrollismo convencional. A diferencia de Callisaya, Quispe es catalogado como un oportunista que heredó el apellido, pero no la causa, convirtiéndolo en un proyecto personal sin contenido ideológico y funcional al sistema político, estéril para proyectar cambios estructurales. Saucedo, por su parte, intenta capitalizar el mallkismo en la ciudad más rebelde de Bolivia, pero es calificado como un actor testimonial, sin una estrategia clara para escalar su influencia; ese aislacionismo termina convirtiendo sus acciones en irrelevantes para consolidar su candidatura.
Si bien existen numerosas individualidades y personajes de prestigio dentro del indianismo tupac-katarista, estos tres actores resultan de particular interés, ya que en sus discursos y planteamientos invocan y se reclaman herederos del mallkismo de Felipe Quispe Huanca como legado político.
