Cuando el presidente ruso, Vladímir Putin, se dirigió a los medios de comunicación a través de un discurso en el que daba a conocer su decisión de llevar a cabo una operación militar especial en Ucrania, explicó que había tomado esa decisión con el fin de detener el genocidio de personas que viven en la zona de conflicto, siendo el objetivo la “desmilitarización y desnazificación de Ucrania”. Putin denunció que los crímenes contra los civiles estarían siendo perpetrados por fuerzas que intervinieron en el golpe de estado de 2014.
Estas declaraciones parecen referirse al Regimiento Azov (Батальйон «Азов» en ucraniano), una unidad militar de voluntarios neonazis de extrema derecha que pertenece a la Guardia Nacional de Ucrania, una fuerza de reserva de las Fuerzas Armadas que está bajo jurisdicción de su Ministerio del Interior. En sus inicios, el batallón estaba compuesto por miembros del Patriota de Ucrania (organización ultranacionalista fundada en 2005), SNA (Fuerzas Estratégicas Ofensivas), fanáticos del fútbol (en particular, los seguidores del Dynamo Kyiv) y el movimiento AutoMaidan.
Fuentes rusas y disidentes ucranianos afirman que el regimiento o batallón Azov cuenta con voluntarios y organizaciones de tinte “neonazi”, pese a que ellos lo han negado en repetidas ocasiones. Sin embargo, el primer comandante del batallón fue Andriy Biletsky, exparlamentario y uno de los líderes de la Asamblea Nacional Social, frente político del que algunos de sus postulados son: “la protección de la raza blanca mediante la creación de un sistema de ‘nacionocracia’, antidemocrática y anticapitalista” y la “erradicación del capital especulativo sionista internacional”. En 2010, Biletsky dijo que la misión de la nación ucraniana era “liderar las razas blancas del mundo en una cruzada final… contra los Untermenschen [término que podría traducirse como humano inferior] dirigidos por los semitas”. El Departamento de Estado de EE. UU. en el pasado calificó al batallón Azov como “grupo de odio nacionalista”, visión que coincide con la de Vladímir Putin.
Al respecto, el periodista canadiense, Michael Colborne, escribió: “Ucrania realmente tiene un problema de extrema derecha, y no es una ficción de la propaganda del Kremlin. Y ya es hora de hablar de eso”. En medio de toda la atención mediática alrededor del conflicto, se está pasando por alto la existencia de grupos como este que, a pesar de sus cuestionables postulados, reciben ayuda de la OTAN y sus allegados.