El Alto: la ciudad que Evo usó y luego olvidó

3 mins de lectura

Por: Janiw Armkiti

La historia entre Evo y El Alto duele porque todos la hemos vivido alguna vez. Es esa relación donde uno da todo y el otro solo toma. Donde las promesas se las lleva el viento y al final solo quedan cicatrices.

Recuerdo el 2003. El Alto en llamas, jóvenes dando su vida por un país más justo. Evo, entonces un dirigente emergente, nos pedía ofrendar nuestras vidas mientras él salía en avión hacia Europa. Quién diría que después de haberse derramado tanta sangre, regresaría al frente de las marchas, con el puño en alto, recogiendo el dolor ajeno para convertirlo en capital político y llegar finalmente a la presidencia.

Los años pasaron. El Alto seguía ahí, fiel como un perro maltratado que sigue lamiendo la mano que lo golpea. Cada elección, cada conflicto, los alteños salían a las calles creyendo que esta vez sí, que ahora les tocaría su parte.

Pero la realidad era otra. Mientras en el Chapare construían carreteras y centros deportivos, en El Alto seguían los caminos de tierra y las promesas incumplidas. “Pronto llegará el proceso de cambio”, decían. “Primero hay que consolidar el proceso”, repetían como mantra. Pero nunca llegó. La ciudad estaba sumida en basura, delincuencia, pobreza y calles repletas de vendedores informales debido al desempleo y la falta de oportunidades.

Otra fue la historia del Chapare: con plantas industriales, un nuevo aeropuerto internacional… Pareciera que Evo quisiera que El Alto no creciera. Incluso nunca asistió a ningún aniversario de nuestra ciudad. Un desprecio oculto habitaba en Evo, un miedo a que nos desarrolláramos y nos convirtiéramos en amenaza para el poder que nosotros mismos le habíamos dado.

El 2019 fue la gota que derramó el vaso. Cuando vino el golpe de Estado y todo el pueblo estaba dispuesto a luchar, nuevamente El Alto recibió una estocada en la espalda: la amarga traición de Evo Morales, que nos abandonó después de haber aguantado tanto. Evo dejó a la gente que luchó por tantos años y nos dejó ser reprimidos. Eso no lo hace un líder.

Hoy, cuando camino por la Ceja y veo esos murales de Evo junto a los mártires del gas, no puedo evitar pensar en la ironía más cruel. Los mismos que dieron su vida por ese sueño fueron luego abandonados como un trapo sucio por el líder que los engañó con falsas promesas y al final no les dio nada, solo los usó como escaleras.

Anterior noticia

El nuevo Papa elegido, Robert Prevost, es acusado de encubrir abusos sexuales en Perú

Siguiente noticia

Una política sin alma en la Bolivia de fin de ciclo

Latest from Blog