PH. Harold Martínez

Amaypacha-Todos Santos-Halloween y el Espíritu Ancestral

11 mins de lectura

Por: Freddy Magno Mamani Mollo

Amawta – Experto en Derechos de los Pueblos Indígenas

La realidad que aparece es la emergencia de esta mescolanza de festividades. Y actualmente en el Estado Plurinacional se vienen celebrando las tres: el Amayapacha andino, la fiesta de Todos Santos y el Halloween.

El primero –Amaypacha andino– es la forma originaria ancestral del mundo andino de la convivencia con los que fueren los “Difuntos y el Alma” de nuestros parientes que ya han fallecido y que en la cosmovisión que nos precede; aun “viven” en el mundo de los ajayus. En este caso, cada 1 y 2 de noviembre se abriría “un tiempo sin tiempos y un espacio sin espacios” en el que vivos y no vivos conviven, al mismo estilo de lo que sucede en la película “Coco”.

El segundo –Todos Santos– es producto de la imposición colonial a través de la Santa Inquisición (y en el caso particular mediante la Extirpación de Idolatrías) establecida sistemáticamente por Francisco de Toledo a través de sus reformas en el Virreinato del Perú allá por 1600. Éste, además, impulsado -obviamente- por la incongruente religión católica, que se ha enraizado fuertemente en las costumbres bolivianas.

El tercero –el Halloween– es procedente de costumbres ancestrales celtas. Llegó a nuestro territorio de manera tergiversada a través del cine y en consonancia a las políticas de globalización de la cultura moderna dominante, que hoy, se ha impregnado en las sociedades urbanas impulsadas por el comercio y la homogenización cultural mundial, esto muy habitual en grupos en el que existen gente extranjera (europea-gringa).

En ese sentido, estas celebraciones tienen una patología en común, es cual es; la contradicción performativa de su constitución.

En el primer caso, sobre el Amaypacha andino, esta costumbre precolonial y de procedencia andina –quechwaymara– se empezó a reconstituir en las urbe o ciudad (solamente La Paz, porque en El Alto es casi desapercibida) y no así en las áreas rurales, es decir, que no se lo hizo en el campo donde efectivamente viven quechuas o aymaras. Esta costumbre viene siendo efectuada por gente -principalmente- clasemediera y mestizos procedentes de grupos negacionistas y renegados de la fe católica, realizandolo en pro de un público extranjero y con fines culturalistas, pero a nombre de los quechwaymaras originarios.

Esto, desde una óptica aymaraquechua se lo percibe como un extractivismo epistémico y apropiación cultural descarada, o como dicen -desde las comunidades indígenas rurales- una reinvindicación k´arisa citadina (de blancos). Es decir, estos de mentalidad blanca enamorados del culturalismo generan la contradicción, ya que se toma a los indios no citadinos como perdidos en su propia cultura. Esto es verídico en cierto sentido, debido a la imposición de la religión cristiano-evangélica en las comunidades rurales en los últimos 50 años.

Por otro lado, en el caso de Todos Santos, es la costumbre más popular en todo el país. Empero, este también tiene sus connotaciones coloniales. Además de que, la necesidad de la intervención de las misas y rezos provenientes de una Iglesia Católica para efectuar “de manera correcta” esta costumbre es generalizada. En ese sentido, la contradicción inherente a esta fecha es la imposición colonial religiosa católica sobre una festividad de procedencia ancestral andina. Es decir, el encubrimiento que ocasiona su celebración, además de la estigmatización hacia rituales como el Amaypacha andino o el Samhain celta.

Sin embargo, la celebración católica de Todos Santos es la que permanece con mayor fuerza en toda Bolivia, pues el territorio de dominio religioso católico sigue siendo nuestras naciones. Solo por ese factor colonial esta fiesta es la más difundida y practicada en nuestro país, moviendo toda una parafernalia que desconocemos su procedencia, pero que la practicamos.

En el caso del Halloween, si bien es procedente de una cultura ancestral Celta (principalmente de Irlanda, Inglaterra, Escocia), en la que se celebraba el año nuevo, y que en esa transición temporal se posibilitaba la comunicación y vivencia con el mundo de los espíritus, llegó a nuestro conocimiento a través del cine y la televisión desde los 80s del siglo pasado. Sin embargo, esta llegada no marco mucho su adopción, sino, que solo pasaba como algo anecdótico y de cuentos de terror.

Su ascenso y práctica se debió principalmente a la bonanza económica que Bolivia atravesó desde más o menos 10 años atrás. En este caso, la consolidación de una economía nacional relativamente estable generó clases medias emergentes y ansiosas de consumir aquello que no podían hacerlo en otras condiciones económicas. Y, de practicarse en sectores de “blancos” y de zonas ricas de las ciudades pasó a ser practicado en zonas urbano populares, impulsados por el comercio espontaneo de productos de moda como máscaras y disfraces.

Esta costumbre que llegó al país en su versión gringa estadounidense y no así Celta, es decir, llego tergiversada y bajo las prerrogativas de una economía de mercado capitalista moderno, hoy, es aceptada aún por las clases populares de las ciudades y del área rural. En ese sentido, al igual que muchas otras fechas festivas (como San Valentín), es impulsada por una economía neoliberal donde todo, absolutamente todo, puede ser comercializado, “todo tiene su precio”.

A pesar de todo este derrotero de contradicciones performativas de cada costumbres constituida, lo importante es identificar y posicionarnos respecto a principios y valores que posibiliten la coexistencia en equilibrio y complementariedad, armonía y movimiento, cariño y fe. Esto supone comprender lo que se halla oculto en estas costumbres, esto es; el espíritu ancestral que contiene cada una de ellas.

El amaypacha andino tiene como fundamento 4 elementos principales que es la comprensión de; a) tiempo-espacio, b) vivir o, la vida y muerte, c) el ajayu (alma, espíritu, energía, éter, etc.), d) unidad-infinito. En el caso de Todos Santos su fundamento se traduciría en la celebración del tránsito y superación del purgatorio por las almas y que ahora estarían a lado de un ser omnisciente, en su condición de santo/a. Y en el caso del Halloween, su fundamento es la fiesta del Samhain, año nuevo celta, que es la transición de un año a otro, de un tiempo-espacio a otro tiempo-espacio renovado, en elbcual también existe una relación con los espíritus durante ésta celebración.

Estos tres tienen lazos comunes y muy bellos, casi general para las culturas ancestrales. Es decir, la convivencia honesta y real con nuestra espiritualidad, con nuestros ancestros que los consideraríamos lo más sagrado, bello, fuerte y omnisciente de nuestra vida, pues realmente eso es lo que son nuestros difuntos/as, ancestros/as, espíritus y ajayus.

Este sería el ideal para la celebración de las fiestas y ceremonias ancestrales y espirituales, empero, primero se debe identificar la espiritualidad y las religiones que nos enfrentan y dividen debido a sus verdades absolutas y peligrosas. Pues una religión o una espiritualidad no agota al espíritu o ajayu de un pueblo o de los pueblos. Superando esta tendencia anti-espiritual de la economía de mercado (de que todo tiene su precio), del sistema moderno (todo es objeto), de los neo-hippismos peligrosos (donde todo es relativo) y de los falsos; guías espirituales, gurúes, chamanes, pastores, amawtas, sacerdotes, monjes, curas y falsos profetas podríamos encontrar en nosotros la fuerza de nuestro espíritu ancestral y poder convivir de manera comunitaria y familiar, aún con nuestros difuntos, espíritus, almas y nuestros/as muertos/as, y ajayus para recibirlos y abrazarlos.

En ese sentido, ahí discurriría nuestro seguir siendo en la vida; crear, criar, regenerar y volver a la Unidad con el Todo Infinito, ya que lo anterior solo son determinaciones que nos acercan al origen de nuestro espírituancestral.

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